Los árboles en otoño se vuelven de colores vivos, amarillos o rojos, no sólo porque la clorofila desaparece, sino también por los taninos. En la naturaleza, en la caída de las hojas, se destruyen y recuperan muchos compuestos, como la clorofila. Pero las hojas también acumulan taninos: pruebe una hoja de roble amarillenta, su astringencia es fuerte (recuerde la primera crónica, es el signo de los taninos). Es mucho más astringente que una hoja verde.
Según la especie, algunos taninos son incoloros, otros son rojos (antocianinas) o amarillos (flavonoides). Pero, ¿por qué una hoja que cae acumula taninos, cuya producción requiere mucha energía?
Una primera explicación es la protección de la hoja contra la luz. Al haber perdido la clorofila, y por tanto la fotosíntesis que absorbe la luz, la hoja se vuelve sensible al sol. Corre el riesgo de sufrir daños, al igual que la piel cuando se expone a la luz. Los taninos, que absorben la luz ultravioleta y visible, son un tipo de protector solar. Estos polifenoles protegen las hojas, cuyas células reciclan los valiosos nutrientes que se transfieren a las ramas antes de que finalmente caigan.
Además, los taninos liberan parte de la luz captada en forma de calor, lo que calienta ligeramente la hoja en las horas más frías del otoño y activa la vida celular. Los otoños son más duros y brillantes en Norteamérica y Asia: no es de extrañar que los árboles de estas regiones sean más coloridos en otoño que los de Europa. Probablemente se trate de una adaptación al mayor riesgo de daños por luz y frío en estas regiones, que perjudica la recuperación de otros compuestos de las hojas.
Parece que esta coloración es también una advertencia para las plagas. Acuden a poner sus huevos en la antesala del invierno, depositándolos al abrigo de los brotes o bajo la corteza de los árboles. Los taninos son tóxicos para ellos. La intensidad de la coloración de un árbol refleja su capacidad para producir taninos, lo que requiere energía: el color refleja, por tanto, su salud y su capacidad para defenderse de los insectos. Por eso evitan los árboles más coloridos.
Los colores otoñales de las plantas tienen, por tanto, varias funciones, tanto para la protección de las hojas antes de su caída como para servir de señal de advertencia a los insectos. Pero eso no es todo: la próxima columna revelará una función poco conocida de estos taninos otoñales…
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