De todas las plantas y árboles, el roble es probablemente la especie que ha dejado una huella más profunda en la cultura occidental y en el imaginario colectivo. Está presente en muchas historias mitológicas como símbolo de fuerza y justicia, a menudo asociado a las divinidades que representaban estos valores.

Los robles pertenecen a la familia de las Fagáceas, al igual que las hayas y los castaños. Su distribución es bastante amplia: los robles se encuentran en todo el hemisferio norte, en las zonas templadas y tropicales de América, Asia, Europa y el norte de África. El tipo más común en Europa es el roble inglés.

Los robles son conocidos por su gran capacidad de adaptación, característica que comparten con la especie humana. Hay robles en diferentes latitudes y longitudes y, a diferencia de otras variedades de plantas, han aprendido a adaptarse, convertirse y combinarse, lo que hace que en la naturaleza haya entre 250 y 450 variedades.

Los robles: una riqueza importante

Los robles pueden alcanzar una altura de más de treinta metros: probablemente ésta sea una de las razones por las que siempre han inspirado admiración y respeto. Algunos de ellos pueden llegar a vivir por más de 500 años. Sin embargo, su crecimiento es muy lento y, a lo largo de los siglos, esto ha hecho que los bosques de robles pierdan importancia en favor de otras especies.

La madera de roble se considera especialmente preciosa: es una de las más utilizadas para la construcción de muebles y suelos de madera, pero también se emplea en otras aplicaciones de carpintería y construcción.  También se utiliza para fabricar barricas para el envejecimiento del vino, grapa, ron, coñac y licores varios. De hecho, la madera de roble es particularmente rica en taninos, que se liberan en el vino con el tiempo y ayudan a definir su sabor y «carácter».

El tanino del roble también puede añadirse puro al vino para potenciar sus cualidades naturales, aportando un toque de vainilla y regaliz al paladar, así como suavidad y cuerpo en la boca. Se agrega durante la fase de refinamiento y contribuye a regular el potencial de óxido reductor en el intercambio oxígeno-vino.  También ejerce una acción equilibradora de los compuestos herbáceos y amargos.

La extracción del tanino de la madera de roble ya se realizaba en la Edad Media: se utilizaba para curtir el cuero y aún hoy se utiliza eficazmente en el proceso de curtido vegetal con taninos.

La relación entre el roble y el tanino es muy estrecha: es posible extraer el tanino tanto de la madera de roble como de las agallas de roble.

El roble, símbolo de fuerza y justicia

En la antigua Grecia, el roble era considerado un árbol sagrado para Zeus y, como tal, un símbolo de justicia y rectitud moral. Este simbolismo ha sobrevivido a lo largo de los siglos: las bellotas y las ramas de roble entrelazadas se encuentran en muchos escudos heráldicos.

El roble también aparece en muchos mitos: el vellocino de oro que protagoniza la historia de los argonautas fue robado por Jasón de las ramas de un roble, mientras el dragón que lo custodiaba estaba distraído. El garrote de Hércules era de madera de roble. En la Odisea, se dice que Ulises interrogó dos veces el follaje del roble para predecir su futuro.

En la cultura celta, el roble tiene un significado aún más místico. La figura del druida, mencionada por primera vez en el De Bello Gallico de Julio César, juega un papel fundamental en relación con esta planta sagrada.

Los druidas eran sacerdotes, pero también jueces y maestros, y sus relaciones con la Naturaleza estaban en el centro de los ritos propiciatorios y mágicos. Se dice que los druidas y las sacerdotisas escuchaban el susurro de las hojas de roble en el viento para interpretar los mensajes divinos e indicar qué hacer.

El vínculo con la magia no termina ahí: las hojas de roble se utilizaban como ingredientes para pociones, rituales de protección y purificación.